viernes, 20 de junio de 2014

El Ojo de la Culpa "Despues de Tanto, queda Tanto..."

Las luces del bar se atenuaban en la notas agudas, intercalando llamativos colores y formas creadas por los reflectores. Se movían a un ritmo propio, mientras la suave, pero masculina voz exclamaba su angustia. Podía sentirse cada sentimiento flotando en el ambiente.
 "Besado por la niebla,
carente de inoscencia,
oyendo cada noche aquella agonía,
la culpa que me carcome,
me carcome cada día..."
Se relamía escuchando armoniosos alaridos, entrelazando sus dedos pálidos en su ondulado y largo cabello. Su belleza se ocultaba bajo una violácea capucha de gabardina, prestando atención a la atormentada letra.
oyendo susurros acusadores,
mi mente se debilita,
¿Cómo irá a terminar?
Debí haber sido yo
La única víctima fatal..."
Cada noche era igual. Bebía para evitar las constantes pesadillas que lo habían vuelto insomne, pero la resaca del día siguiente le martillaba el cráneo, volviendo los recuerdos aún mas tortuosos.
Sin embargo, esta noche miraba el wisky dudoso, como si su fuerza de voluntad por fin se hiciera presente.
Al llegar se encontró con una casa algo antigua, con enredaderas por doquier y una bella campana de viento formando espirales con pequeños delfines de acrílico rosa.
El llamador de bronce estaba helado pese a los primeros rayos de sol de la mañana. Bastó con una leve agitada para que el artefacto golpeara con fuerza, dejando oír un sonoro crujido. Abriose sola la puerta, como si bastase el contacto humano para abrirla.
Dentro de su mente, una heroica escena era protagonizada por él, donde su bella y encéntrica cita aguardaba por su salvador, él apaleaba a los ladrones ganándose asi el corazón de su damicela. Pero toda esa fantasía se desvaneció de inmediato reconociéndose a si mismo como ilógico. "Nunca podrías salvar el día, tonto", le insultaba su conciencia de vez en cuando.
Caminó por un pasillo "creado" con mantas de seda de diversos colores, que variaban entre el blanco, el rosa, el lavanda, el celeste, entre otros, debiendo correr con el brazo algunas para abrirse camino.
Habían dos bibliotecas llenas de libros, algunos de ellos con apariencia tan arcaica que aventurarse a declararlo de dos siglos de antigüedad no era una idea descabellada.
La decoración ciertamente era extraña, sobretodo la alfombra verde aguamarina y el techo azul con estrellas plateadas, que daban la sensación de caminar sobre el mar en medio de la noche.
Un profundo olor a vainilla lo estaba llevando al eclipse mental, cuando la aguda voz irrumpe el ambiente.
Ahora podía apreciar un jean bajo un saco de dama lila de botones plateados.
En lugar de la capucha, un amplio sombrero en composé con el saco cubrían parte de su cabeza. Parecía una muñeca de porcelana envasada con empaque equivocado.
Se sentaron en una mesa junto a la ventana principal y, con un ademán el mozo se acerca.
Durante el trayecto ninguno de los dos habló... -dudó un poco antes de proseguir, levó la vista para observar las reacciones de Elízabeth, y siguió al verla preocupada, pero calmada- En fin, cuando llegamos a las vías, la campana no sonaba y la barrera no estaba baja, por lo que crucé sin siquiera fijarme... No vi el tren... -tapando su rostro con ambas manos- No vi el tren y fuimos arrastrados doscientos metros... El tren descarriló y por mi culpa... Por mi culpa... -pese a su fuerza de voluntad, las lágrimas comenzaron a emanar una tras otra- Por mi culpa murieron veinte personas... Entre ellos el hermano de mi novia... -un nudo en la garganta le impidió seguir, pero continuó al sentir la cálida mano de Elízabeth acariciar la suya- Yo... Obviamente no quería que algo como eso sucediera... Como la barrera no funcionaba como era debido, no fui encarcelado, pero todos sabían que había sido culpa mía, por lo que mi novia me dejó de inmediato y tuve que mudarme por todo lo que la gente decía... Me buscaban los familiares de las víctimas para lincharme... Pero lo merecía, sé que lo merecía, pero por cobarde huí... Fué mi culpa...
Ojeó nuevamente la hoja cuando algo llamó su atención. Por la puerta principal, un extraño sujeto ingresó al bar. No era precisamente atractivo, pero sí llamativo. Su lacio cabello negro caía a ambos lados de su rostro hasta sus hombros, volviéndose más corto detrás de su cabeza. Era delgado, de espalda angosta y buen vestir, con su oscuro jean y campera de gabardina negra.
De repente sus profundos ojos verde agua se posaron en Thomas, descendiendo desde su rostro hasta la hoja de papel que llevaba en la mano. Casi por instinto, Thomas esconde el papel, guardándolo con disimulo en su bolsillo.
El extraño sujeto siguió de largo, Thomas secó sus ojos, aún algo húmedos, pagó y salió evitando mirar al tipo.
Siguiendo las instrucciones y riéndose al verse a sí mismo haciendo esa clase de cosas, tomó la hoja y leyó paso por paso.


 Mientras el jóven cantaba, una mirada café acompañaba cada nota, mirando fijamente aquellos finos labios que emanaban culpa por doquier.
 "Sufriendo en silencio,
Aquella última frase enarcó levemente las cejas de la oyente anónima encapuchada y, después de chasquear los dedos para sí, esperó con paciencia el final del concierto.
Todos se retiraron con pesadez después de una larga ronda de bebidas... Todos menos cierta dama de capa violeta y castaño cabello cayendo a ambos lados de su rostro.
 _ Disculpa -se acercó con ambos brazos destrás, casi con expresión inocente al cantante que recogía sus cosas del escenario- me encantó tu canción... -el jóven, de cabello castaño, apenas levantó la vista para ver quién le hablaba- Pude sentir el pesar de tu alma... Cada célula de mi cuerpo pudo captar todas tus emociones...
El chico se puso de pie frunciendo el ceño con curiosidad, su mirada color roble casi hablaba por él.
 _ ¿A qué se debe... -acercándose hasta quedar a sólo un paso de distancia con el cantante- ...tanta culpa?
El chico se puso de pie y sonrió con expresión triste. Extendiéndole la mano, respondió.
 _ Es una larga historia... Soy...
 _ Thomas, lo sé, te presentaron al comenzar el concierto -retirando su mano en una seductora deslizada- Yo soy Elízabeth -mirando su mano y carrándola rápidamente ante el desconcierto del jóven- ahora más que nunca... Quisiera oír esa larga historia...
 A Thomas le resultó una mujer demasiado extraña como para contarle sus asuntos, pero su encentricidad terminó llamando su atención.
 _ Mira... ¿Elízabeth, no? -la chica asintió sonriente- Es algo tarde, pero podría invitarte a tomar un café aqui mismo mañana ¿Te parece bien?
 _ De acuerdo -metió la mano bajo su capa y pareció sacar un papel y un extraño lápiz con forma de rama de la nada- ésta es mi dirección -escribiendo sin dificultad con la escasa luz del bar antes de extendérselo a su receptor- pasa por mi a las 9:00 am
 _ De acuerdo -leyendo "Oncative 444" en la dirección- allí estaré... ¿P-pero qué...? -al levantar la vista, la muchacha parecía haberse desvanecido- Necesito un trago... -sosteniendo su cabeza como si la situación lo hubiera sacudido mentalmente-

La noche se le hizo eterna, como todos los días desde "el incidente". Echaba su cabello ("largo" por detrás de las orejas) hacia atras, pero regresaban con rebeldía a tapar parte de su rostro.
 _ Elízabeth... -dijo sacudiendo levemente el vaso, revolviendo el contenido- Si bebo hoy no lograré despertar a tiempo para la... ¿Cita? -hace una mueca- de mañana... -vertiendo el alcohol en el baño- faltaría un plantón a una agradable chica para que mi culpa sea en definitivo aplastante -suspiró- era extraña -bebiendo agua en reemplazo del wisky- pero no lo suficiente como para mostrarle mi cara de resacado.
Se acostó casi resignado a las pesadillas, sin embargo, por primera vez en meses, su descanso sería pleno. Al despertar sólo recordaría una imagen... Al bello rostro encapuchado deseándole dulces sueños...

El optimismo antes había sido una virtud muy atractiva en Thomas, virtud que se había perdido desde que la culpa invadió su mente, per o esa mañana se sentía especialmente optimista.
 _ Emm... ¿Elízabeth? -"Nada bueno puede haber dentro de una casa que se abre sola" pensó, creyendo que se trataba de algún ladrón.
 _ Bienvenido -se oye tras él, provocándole un leve sobresalto-
 _ Y-yo... La puerta se abrió sola y yo... B-bueno... Creí que podías estar herida... -se rasca la cabeza compungido-
 _ No te preocupes -rodeándolo para tomar un juego de llaves de una mesita redonda- Sólo se abre si vienes con buenas intenciones.
 _ Ah... -desconcertado intentó ignorar aquella incongruencia para concentrarse en la vestimenta de su compañera-
 _ ¿Nos vamos? -dijo con una sonrisa y achinando los ojos amistosa, expresión que obligó a Thomas a devolver la sonrisa, envuelto en el encanto natural que rodeaba a la chica-
 _ Por supuesto -con caballerosidad caminó tras ella hasta que la jóven cerró la puerta y emprendieron la marcha hacia el bar-

El día estaba exquisitamente soleado y con las leves brisas del otoño refrescando sus rostros. Habían hecho apenas unos pasos y, considerando que faltaban unas cuatro calles para llegar al bar, el silencio se haría en extremasía incómodo, por lo que Thomas se decidió a romperlo.
 _ Me gusta tu forma de vestirte -un alago siempre sería bueno para romper el hielo-
 _ Gracias -aprovechó a mirar mejor a su compañero. Llevaba una camisa formal de gasa negra, acompañada por un jean azul marino y zapatos que no encajaban demasiado con el resto de la vestimenta- y a mi la tuya, Thomas.
 _ ¿Frecuentas el bar?
 _ Jamás lo había pisado en mi vida, pero... Creo que me has llamado de algún modo...
 _ Posiblemente... -sonrió para sí, tomando aquella frase como una indirecta-
 _ Tu canción fué algo asi como un llamado de auxilio... -miró hacia el cielo, el cuarto menguante que se observaba aún de día, combinaba con un colgante de plata que ella llevaba-
 _ ¿Auxilio? -en lugar de responder, Elízabeth sonrió a modo de afirmación, cosa que confundió aún más a Thomas- Escucha, sinceramente no entiendo nada de lo que me dices, necesito respuestas un poco más... Explícitas... -su primera cita en meses y se sintió un desgraciado al percibir el serio silencio de su compañera - Yo... Discúlpame, es que soy algo lento y no entiendo, yo... Es mi culpa...
 _ Tranquilo... -lo detuvo en la puerta del bar, mirándolo por primera vez a los ojos y suavizando la voz hasta volverla un susurro- Ya es hora de que dejes de culparte por todo...
Sin dejarlo responder ingresó al bar, dejando sin reacción a Thomas por unos segundos.
El lúgubre aspecto de la noche anterior había desaparecido. En el lugar ahora podía respirarse una atmósfera más amena.
 _ ¿Qué van a pedir? -preguntó el hombre. Thomas miró a Elízabeth indicándole que ordenara primero-
 _ Un frappuchino con mucha salsa de vainilla y crema.
Thomas enarcó las cejas impresionado.
 _ Yo quiero lo mismo -al jóven le encantaban las mujeres que no se negaban nada, y una sonrisa se dibujó en su cara de repente- Me gustan las mujeres que no se privan de un buen desayuno
 _ Me encanta la vainilla -acomodando su sombrero con simpatía. De golpe su mirada se fijó en él para cambiar de tema- por favor cuéntame ahora... Cuál es el motivo por el cual sientes tanta culpa...
Aquella pregunta le recordó qué lo había llevado a tener una cita esa mañana, oprimiéndole el pecho de repente.
 _ Mira... -titubeó un poco- Hace meses que no hablo de esto con nadie... Pero prometí contarte, asi que lo haré -la sonrisa aprobatoria de la jóven lo animó a arrancar con el relato- Hace poco más de medio año yo estaba en pareja, convivíamos incluso y me llevaba de maravillas con su familia, sobre todo con su hermano menor, de diescinueve años. Teniendo yo veinticinco al igual que su hermana, era extraño que nos lleváramos bien, pero asi era. -en ese momento el mozo interrumpe con los pedidos, Thomas fuerza una sonrisa mientras Elízabeth lo escuchaba con atención- Gracias- habiéndose ido el mozo, Thomas prosiguió- Bueno, una noche nos embriagamos juntos en mi casa, nada malo, mi novia estaba en la casa de su abuela y no era la primera vez que me quedaba con su hermano a tomar unos tragos, pero entonces... -mirando fijamente la copa con el Frappuchino- me confesó que sentía cosas por mi e intentó besarme... -hace una pausa algo dudoso- yo me ofendí mucho, me lo tomé como una falta de respeto hacia su hermana, por lo que le ofrecí llevarlo en mi auto a su casa y él, obviamente, accedió.
 _ Eso sólo tú lo sabes -Thomas levantó la vista sorprendido por la respuesta ¿Qué clase de consuelo era ese? - Thomas... Haya o no haya sdo tu responsabilidad aquel accidente, llevas la culpa dentro de ti... Tú sientes que debes veinte vidas que fueron arrebatadas de este mundo, y lo sé porque te oí en ese escenario, oí como la culpa que sientes se profundiza cada día...
 _ ¿Por qué querías saber todo ésto?
 _ Porque puedo ayudarte... Puedo ayudarte a superar ese día y a vencer la culpa.
 _ ¿Eres psicóloga? Porque si lo eres, nada de lo que me digas devolverá la vida de aquellas personas. Ninguna psicología haría regresar a Francis (refiriéndose a su cuñado)
 _ No soy psicóloga, Thomas, Escucha. Cada día mueren miles de personas por diferentes motivos, y tienes razón, No hay forma de devolverlos... -revolviendo su copa como si su propia frase le hubiera afectado- Pero hay formas de compensar las cosas...
 _ Dime una. Lo he intentado todo.
 _ Salvando vidas.
 _ ¿Te refieres a... ser doctor, bombero, o algo asi?
 _ No... -meneó la cabeza mirando hacia todos lados antes de meter la mano en su saco. De la nada, al igual que con el papel de la dirección de su casa, sacó una pequeña pero muy antigua libreta escrita a mano de su saco. Lo abrió ante la mirada curiosa de Thomas y ojeó las páginas como buscando una en particular-
 _ ¿Qué es eso?
 _ Toma -con cuidado arrancó una hoja del libro y se la extendió al jóven con una sonrisa anciosa-
 _ ¿Qué es esto? -leyó encabezando la hoja el título "El tercer ojo". Con rapidez ojeó el papel, distinguiendo algunas instrucciones y un extraño dibujo de un ojo -¿Brujería? -levantó la vista casi indignado por la propuesta, pero se detuvo al ver ahora una seria y preocupada expresión en su compañera, quien miraba fíjamente hacia afuera- ¿Elízabeth?
 _ D-debo irme -guardó rápidamente su libreta, besó en la mejilla a Thomas y salió con prisa por la puerta trasera del bar-
 La chica era extraña, pero esa actitud de repente lo alarmó ¿Qué había pasado con la muchacha de sonrisa alegre para que de repente haya huído tan... asustada?
 _ ¿Quién sería ese? -se preguntó en voz baja, pero al salir no logró verlo a través de las ventanas del bar-
Caminó con nerviosismo, casi corriendo hacia su departamento. ¿Qué había sido todo eso?
 _ Esa fué definitivamente la cita mas extraña que he tenido en mi vida -lavando su cara- necesito un café, y fuerte.
Encendió la cafetera, tomó la hoja de papel y se dispuso a leer.
 _ "El tercer ojo se conecta con las emociones negativas de quien lo posee, culpa y remordimiento, sobretodo" mmm... Ahora entiendo por qué me lo dió -se interrumpió- "Si los sentimientos son correctos, te permitirá ver aquello que no supiste preveer..." -pensó un momento- Que estupidez... Seguramente ella esperaba que intente hacer esto, vea que no pasa nada para poder decirme "si realmente hubiera sido tu culpa, el hechizo se habría activado", y suponer que gracias a eso yo pensaría que no fué mi culpa en realidad, buen intento. -estaba a punto de tirar la hoja a la basura, cuando lo pensó mejor -no pierdo nada por intentarlo de todos modos...
Thomas había sido siempre una persona curiosa. Trataba de usar la lógica para armarse de un pensamiento racional, pero no descartaba la existencia de nada y su fantasiosa mente lo llevaba a escenarios de fantasía, donde él era el héroe y salvaba el día, se inventaba un mundo donde él jamás podría tomar una desición incorrecta. Ahora imaginaría que aquel "hechizo" le daría superpoderes, y que tal habilidad conquistaría a Elízabeth.
 _ "Y vivieron felices por siempre..." -dijo sonriente cuando su fantasía hubo terminado y tomó nuevamente la hoja entre sus manos-
Sabía que nada pasaría, pero algo le decía que debería ser prudente.
 _ Un dibujo de cinco tramos, un hechizo de cinco oraciones, un tramo para cada frase. Dibuja en tu frente con el dedo índice y el dedo corazón el dibujo del ojo mientras recitas en voz alta el hechizo. Parece fácil. -siguiendo los pasos dió comienzo al hechizo- A ver...
 "Se apeó una víctima de la barca, aún siendo arrastrada por el río del purgatorio, (primer tramo del dibujo, el párpado superior del ojo en forma de media luna)
El tercer ojo ve lo que la víctima siente, (segundo tramo del ojo, el párpado inferior, formado por una media luna irregular en sentido opuesto al primero)
el victimario oye lo que la víctima recibe, (tercer tramo del ojo, del lagrimal derecho, una línea cruzada atravesando el ojo izquierdo hasta dejarlo sellado y terminar de leer con el ojo derecho)
Si he de salvar, permíteme ver, si he de resguardar, permíteme oír, si soy inocente, permíteme ignorar. (último tramo del ojo, del lagrimal izquierdo, una línea cruzada en dirección opuesta, ahora sellando el ojo derecho)"

  _ Ahora debería esperar unos segundos asi, con ambos ojos cerrados y esperar a que "actúe" el hechizo. Si mal no había entendido, si soy inocente no pasará nada... Definitivamente, el "plan" de Elízabeth seguramente era ese, el de decirme que nada pasó porque no fué mi culpa y... -se detuvo al notar un intenso dolor de cabeza, más precisamente en el centro del invisible dibujo que había trazado con sus dedos- ¿P-pero qué? ¡¡Ah!! -no podía abrir los ojos, era como tenerlos pegados con pegamento. Sólo podía sentir una punzada terrible en medio de la frente quemándolo, como si le estuvieran atravesando el cerebro con un cincel y un martillo- ¡¡Maldita sea!! ¿¿Qué mierda es esto? ¡Ah! -cayó de rodillas tratando de soportar el intenso dolor, estaba al borde del desmayo cuando el dolor, casi de golpe, hubo desaparecido- M-maldición... M-maldición, qué fué lo que me... -suavemente abrió sus ojos, un extraño resplandor lo cubrió de repente. "¿Dónde estoy?" pensó, al no poder emitir palabra alguna, sólo se vió sentado en un parque, leyendo un libro-


Notas : Este relato no me pertenece, esta escrito por Tomás Azcuenaga, que con todo el cariño, me ha dado permiso para publicar su excelente material en este humilde blog.
Pero, como todo material propio, esta protegido por derechos de autor, así que si quieres compartir este relato, puedes hacerlo desde el link de esta página, por favor, no copies y pegues el texto borrando el nombre de su Autor Original.
Natalia Valverde

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